Auto de Fe presidido por Santo Domingo de Guzmán

Título: «El Auto de Fe presidido por Santo Domingo de Guzmán: Una mirada a la representación pictórica de la Inquisición»

En el corazón de la época medieval, un período marcado por la fe inquebrantable y la rigidez doctrinal, surgió una institución que dejó una huella imborrable en la historia de España: la Inquisición. Una de las representaciones más vívidas y controvertidas de este período oscuro se encuentra plasmada en la obra «Auto de Fe presidido por Santo Domingo de Guzmán», realizada entre los años 1491 y 1499 por el pintor Pedro Berruguete.

En esta obra, dimensiones de 154 x 92 cm, el espectador es transportado a un tribunal celestial donde la justicia divina se entrelaza con la autoridad terrenal. Desde una majestuosa tribuna adornada con dosel dorado, Santo Domingo de Guzmán, figura prominente de la orden dominica, preside el tribunal, rodeado por seis jueces, entre los cuales se distingue un dominico y otro que porta el estandarte de la Inquisición, emblema de la cruz florenzada. A su lado, hasta doce inquisidores observan con severidad el desarrollo del proceso.

A la izquierda del cuadro, en otra tribuna, yace el grupo de los condenados, vestidos con los infames sambenitos y corozas, símbolos inequívocos de su herejía. Un fraile exhorta a uno de ellos, mientras que a la derecha se vislumbra el ominoso quemadero, donde dos reos desnudos enfrentan su destino. Dos más, con sambenito y coroza, aguardan su turno mientras letreros los identifican como «condenado herético» y otros títulos que manchan sus reputaciones.

La Inquisición, instituida por Roma en el siglo XIII para erradicar la herejía, encontró en los dominicos sus más fervientes defensores. Este cuadro, fiel reflejo de la época, encapsula la solemnidad y la brutalidad de un sistema legal que se extendió por toda España bajo el reinado de los Reyes Católicos en el siglo XV.

Los Autos de Fe, eventos públicos donde se exponían y castigaban a los herejes, eran ocasiones de gran pompa y terror. Aunque la mayoría se llevaban a cabo en privado, la ocasional exhibición pública recordaba a la sociedad la omnipresencia del poder inquisitorial.

La obra de Berruguete, en su composición y detalle, nos ofrece una ventana al pasado, permitiéndonos vislumbrar los rituales y las tensiones de una época marcada por la ortodoxia religiosa y la persecución ideológica.

La relación entre la pintura y el convento de Santo Tomás de Ávila, donde se conserva una tabla similar, nos revela la influencia y la pervivencia de estas representaciones en el imaginario colectivo. Específicamente, la colaboración entre Tomás de Torquemada y Berruguete evidencia la estrecha relación entre la Iglesia y el arte, utilizada como herramienta de propaganda y control ideológico.

En conclusión, «Auto de Fe presidido por Santo Domingo de Guzmán» no solo es una obra de arte, sino un testimonio visual de una era oscura y controvertida en la historia española. A través de sus pinceladas, Berruguete nos invita a reflexionar sobre el poder, la fe y la justicia en un contexto donde la línea entre lo divino y lo terrenal se desdibuja en la sombría sombra de la Inquisición.

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